Todo hombre es individual, único e irrepetible. No hay, no hubo ni habrá alguien igual a él. Todo lo creado por Dios es único. Así, no hay dos rosas iguales, ni dos animales de la misma especie totalmente idénticos, ni dos hombres totalmente iguales.
El hombre desde su concepción es originado por una “sociedad”: si bien es único en su materia y en su razón, nace de dos y se desarrolla con otros: es social. Es responsable de los otros. La inteligencia y la voluntad necesitan de otro para compartir y crecer. La mitad del hombre es su inteligencia y la otra mitad su corazón, es decir, la voluntad. Nadie se realiza solo ni puede ser feliz en soledad.1
El hombre es un animal porque es, esencialmente, materia viva capaz de movimiento, pero es más que eso. Es materia, porque nace en un lugar y tiempo determinados. Perece. Así como nace en una familia, nace también en una Polis, una Patria de la cual también es responsable. Por ello Aristóteles lo llamó “animal político y social”.
Si bien el hombre no es el único ser que se comunica, gracias a su inteligencia se puede afirmar que sí es el único ser vivo que se comunica por medio de una forma abstracta, es decir, por medio de la palabra. Inventa un código de signos dando origen a las distintas lenguas, que aumentan en riqueza y complejidad conforme aumenta la cantidad de palabras que utilizan.
La palabra habita en el mundo interior del hombre. Se conoce su bagaje cultural no por lo que tiene, sino por aquello de lo que habla. El vocabulario de una persona es su patrimonio intelectual. Por esto más vulgar se es, cuanto menos vocabulario se tenga, independientemente de “qué cosas tenga”.
La verdad conocida, tanto como los sentimientos, se expresan a través de las palabras. Se nombra a las cosas conforme a lo que son y se enseñan esos nombres, esas palabras, simplemente, para poder entendernos.
La palabra tenía, hasta hace un tiempo, una carga moral: “quien daba su palabra se comprometía moralmente a cumplirla”, de esta manera la palabra empeñada era un acto moral, no se decía cualquier cosa en cualquier momento. No era algo impuesto por la ley humana (orden positivo), sino por la recta razón (orden natural).
El gesto es otra forma de comunicación propia de la persona humana. El hombre “habla” con su mirada, con su actitud, con su presencia, con su sonrisa, con su emoción y con su silencio.
Si bien es correcto afirmar que todos los seres vivos poseen sexo, en el hombre debemos señalar que toda su naturaleza es sexuada, es decir su cuerpo y su alma. Esto es lo que permite señalar que el varón y la mujer no sólo se complementan desde lo material (los animales también lo hacen) sino desde lo propio del hombre -su alma racional, que es lo que lo distingue del resto de los seres vivos e inertes: su interioridad, desde la inteligencia, las funciones preponderantes en uno y en otro, la voluntad, los intereses, los afectos.
En razón de su naturaleza social y complementaria, el hombre es el único ser solidario: “piensa” en el otro, puede dar y darse de acuerdo a lo que el otro necesita. Ser solidario no es dar lo que me sobra, sino, como decía la Madre Teresa de Calcuta “dar hasta que duela”; mirar al otro desde su necesidad, valorar lo propio y entregarse con generosidad.
Afirma Alberto Caturelli que “ni el animal trabaja, ni Dios trabaja; solamente el hombre trabaja.”2
Prepararse para el trabajo es estar dispuesto a la responsabilidad, la obediencia, el esfuerzo, el sacrificio, la identidad, el sentido de pertenencia y de grupo. Sin lugar a dudas el trabajo, la labor cumplida, los logros, dignifican. Trabajar es más que cumplir un horario o con las tareas asignadas. Es cumplir con las obligaciones que garantizan los derechos. Es más que un sueldo o un reconocimiento social: es entrega generosa y auténtica.
Desde lo creado el hombre es capaz de inventar, de ver qué hay detrás de aquello dado gratuita y generosamente por el Creador. El hombre no es capaz de crear algo, ya que crear es hacer de la nada, pero sí es capaz de inventar cosas nuevas, de correr el velo de la naturaleza y dar nuevas respuestas a sus necesidades. Por esta misma razón la naturaleza siempre le servirá para una nueva reflexión. Nunca podrá el hombre acabarla porque no le pertenece, no la creó, no es su dueño sino su señor. Siempre, el universo invita al asombro y al acercamiento para ofrecer algo nunca visto.3
El término cultura deriva, etimológicamente del término cultivo y cultual. Es decir, que el hombre se relaciona naturalmente hacia abajo con lo inferior a él, la tierra, y hacia lo alto con lo superior.
Así como se cultiva la tierra, se la prepara para sembrar, se la abona, se espera el día propicio para cosechar sus frutos, así también, el hombre prepara lo que quiere ser desde que es, desde el cuidado de su inteligencia eligiendo lo verdadero, lo valioso, “lo que lo hace culto”; y desde los afectos, templando su voluntad, eligiendo compañías y lugares, invirtiendo su tiempo y no perdiéndolo desde aquello que “el saber no ocupa lugar”, ya que el tiempo que se pierde en cualquier vanidad se le resta a la virtud, al ocio, al deleite.
A los libros también se les debe parte de lo que se es: son maestros, acompañan, fortalecen, y muchas veces, estimulan y alientan. Por ello, mirando la biblioteca de alguien se puede intuir frente a quién se está.
El hombre puede, desde la inteligencia, conocer su pasado y desde él entender su presente y programar su futuro. Debería valerse de su experiencia pasada para mejorar, y no volver a cometer los mismos errores. Pensar el futuro es también una obligación conforme a aprovechar el tiempo para sí y para los demás en función de proyectarse hacia su fin último.
Las raíces históricas identifican a los pueblos. Si se desconoce el pasado es imposible saber hacia dónde ir.
Conforme a su historia y a su cultura cada hombre tiene ritos. Realiza un ritual “heredado”. Los ritos, tal como le enseñara el zorro al Principito, son necesarios; identifican y distinguen. Los posee cada familia, cada institución a la que se pertenece, cada sociedad. Saber el significado de ellos ayuda a comprometerse cada vez más y a necesitar transmitirlos. En todo ritual cada elemento tiene un significado, una jerarquía, una importancia.
El hombre es el único ser capaz de sufrir y de encontrarle sentido al sufrimiento. Cuando se habla de dolor, indefectiblemente, se hace alusión al sufrimiento. La respuesta racional al “por qué” de un dolor físico, de su causa, puede trascender la lógica y la interpretación humana. Detrás del por qué de cada sufrimiento corresponde descubrir el para qué. “Quien tiene un por qué para vivir siempre encuentra un cómo para sobrellevarlo y continuar encontrándole sentido a la vida”... 4
El hombre es el único ser que sonríe. La risa nace del sentido del humor y es signo de salud; y lo que es más, la risa cura. Es la capacidad de disfrutar, en primer lugar de ser uno mismo, permite elevarse del aquí y ahora inmediato, alejarse por momentos de la realidad que, muchas veces, agobia o duele. Quien no sabe reírse de sí mismo desconoce, en el fondo, la verdadera naturaleza del humor. “Ser humano es un papel cómico”, afirma Novalis. Por esto, alguien que no ríe debería ser ayudado.
La risa es siempre signo de encuentro, de bienvenida. El bebé se encuentra con la madre en el gesto de la risa, la reconoce en él; porque allí se encuentran. Hay una edad en la que todo es causa de risa. El niño, el adolescente, siempre encuentran una razón, generalmente externa a ellos, para reír.
Para Buhler “solamente la persona que se estima a sí misma, que es consciente de su Yo y que vive en paz consigo misma es capaz de reírse de verdad. La burla, la risa desdeñosa y el humor negro o sádico ascienden, como evaporándose, de la periferia de un Yo oscurecido, cuya fuerza anímica está atada con las cadenas de una fantasía absurda”. No se divierte ni es sano quien se ríe de los otros.
Todo hombre está condicionado por su entorno: por su sociedad primera, su familia, luego, por su polis, su ciudad, los otros hombres que conviven con él y la naturaleza. Todo lo condiciona, pero no lo determina. La misma condición libre del hombre le permite trascender su aquí y ahora y ser quien es, realizarse.
Nunca estará el hombre terminado, se perfecciona desde que nace hasta que muere. Siempre puede crecer en conocimiento y virtud. Deja de crecer quien no espera nada, quien cree que no tiene nada más para dar.
El hombre tiene la capacidad de instruirse, de aprender. La educación consiste en alcanzar el mayor grado de perfección conforme a quien cada uno es y alcanzar, en el mayor grado posible, las virtudes intelectuales, morales y sobrenaturales. Del mismo modo, quien recibe educación, es capaz de dar y de ayudar a otros a educarse. “Cuanto más sabemos sobre algo más somos conscientes de lo que nos falta conocer”; además, el conocimiento puede conducir al dolor.
El hombre es capaz de expresar su mundo interior, sus sentimientos a través del arte, de contemplar la belleza en la naturaleza observando la simetría y perfección de una flor, de un trébol, del cielo y las estrellas, de un bebé recién nacido; desde la observación de la perfección y armonía de cualquier ser creado.
Y solo el hombre puede medir las consecuencias de todo lo que hace, saber si lo que va a hacer es moralmente bueno o malo. Esto significa que además de hacer (como el animal), el hombre es el único ser capaz de obrar. Y como el obrar sigue al ser, es en el hombre donde podemos vislumbrar conductas futuras conforme a quien es. Ser uno mismo es realizarse conforme a conocerse.
Por su inteligencia y por su voluntad el hombre es el único ser vivo que puede conocer y amar a Dios. Tener una actitud religiosa ante la vida es mirar el hoy y aquí desde el más allá, y desde siempre. El hombre como ser religioso camina en la convicción de que es un ser creado, que Alguien que lo sobrepasa, toma conciencia de su pequeñez y de la necesidad de reconocerse como finito y limitado, aunque libre y capaz de sobrepasar el mundo inmediato que lo rodea. Desde esta condición puede dar respuestas que escapan a su razón.
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1 Para la filosofía árabe, la mitad del hombre es la lengua, es decir, la palabra, lo que piensa, la inteligencia, y la otra mitad, su corazón, es decir, sus afectos naturales, su familia, su Patria, y los afectos que ha elegido.
2 Caturelli, A, Metafísica del trabajo, pág. 16.
3 Ni de una mosca podrá el hombre afirmar que conoce todo, según Santo Tomás.
4 El dolor fortalece, une, enaltece, en la medida en que libremente se elige que no nos destruya. La actitud ante él es lo que permite programar, proyectar, un futuro esperanzado. Es el testimonio de vida desde el sufrimiento lo que permite mirar al mundo y saber que vale la pena continuar.
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FUENTE:
ALÍ YABRÁN, SUSANA: Filosofía para todos, Bs.As., TM, 2005. (Resumen)